En un dojo rodeado de serenidad, acudió un joven karateka llamado Hiro. Con entusiasmo, Hiro comenzó a aprender de karate, anhelando la maestría. Sin embargo, su impaciencia lo llevó a saltarse Pinan Shodan, sin dominar el kata lo suficiente.
El Sensei demostró y sonrió sabiamente. Le pidió a Hiro que realizara el Pinan Shodan. Pero su ejecución carecía de fluidez y precisión. "Cada kata es un peldaño en la escalera de la maestría", dijo el Sensei. Saltar es perder la esencia.
Hiro reflexionó sobre las palabras del Sensei. Decidió volver a los katas anteriores. Con paciencia y humildad, pulió sus movimientos, conectando su mente y cuerpo.
Después de meses de dedicación, Hiro finalmente dominó pinan shodan. Luego, fue enfrentándose a un kata trás otro con una buena base técnica.
El Sensei asintió en aprobación. "Aprendiste la valiosa lección del kata", dijo. "La maestría nace de la base sólida".
La fábula del Pinan Shodan nos recuerda que apresurarse puede desviar el camino de la verdadera maestría. Cada kata es una joya que merece ser pulida con paciencia y respeto.
Un kata es algo que puede aprenderse en una mañana, pero pasan años para dominarlo y sentirlo por completo.